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Oda

En ciertos momentos uno se siente un poco huraño a la hora de escribir notas, o bien no brota una mísera idea, u opción b hurga entre determinados autores un poco rancios que no le llaman la atención.
De todos modos, vieron como es esto, aún en esos momentos vacíos de imaginación es cuando emerge la curiosidad por algún material salvador.

“Oda”, es una selección de poemas Fabián Casas.

Escribió varios libros, entre ellos Tuca, El salmón, Poemas de desintoxicación y tristeza y también fecundó una amistad con Washington Cucurto, ¿Lo ubican?, además de escritor (una de sus obras más conocidas es “El curandero del Amor”) comanda una editorial en el barrio de la Boca, llamada “Eloisa Cartonera”, cuyas publicaciones tienen tapas de cartón y títulos pintados a mano, trasformándolos en piezas únicas, como es el caso de “Oda”.

Las ficciones literarias de Casas constituyen una especie de “construcción colectiva”, no una destreza individual. Un poeta para nada ególatra, sino más bien en ocasiones sentimental, sombrío y escéptico en su prosa, que no duda en tildar a sus poemas como “mestizos”.

“A mi me parece que lo más importante es ser un cruce y una multiplicidad de cosas”, confesó en alguna oportunidad Fabián Casas buscando tal vez mitigar esa imagen que muchas veces se tiene sobre los “grandes” escritores argentinos contemporáneos (igualmente forma parte de la nueva generación de ellos je).

En Oda, se entrecruza el vértigo, los parques, la Doxa, Costumbres, Spinoza y la vuelta del General, los cuestionamientos, El che, Zappa y ensayos dedicados a Dylan Thomas, todos conviven allí, en 25 poemas.

El detalle: Los versos de Casas, proponen causar una estridencia, en la mente del lector, algunos llevan a la reflexión, más allá de la metáfora o : “Benditos los que no tienen mitologías y se refugian agazapados bajo las lámparas del criadero; benditos los que no saben que la muerte da clases en todos lados y se conforman con una palmada y un plato de comida/ benditos los que entran en ese lugar donde los significantes le dan vuelta la cara a Dios”. Al fin y al cabo, tal vez este sea el fin de la literatura, producir un efecto.

Por Yanina Fuggetta