Diez años puede ser mucho, o poco, según desde dónde uno se pare a verlo y analizarlo.
Diez años fomentando la cultura, es muchísimo, sobre todo en un país donde hasta no hace muy poco el Estado hacía poco y nada en la materia y el espacio cultural quedaba reducido a un pequeño circuito de museos devaluados.
Hace diez años que una colección privada (la Constantini) pasó a ser pública, y más allá que para poder apreciarla hay que hacer un pequeño abono monetario podemos TODOS apreciar en su verdadero esplendor a artistas fuera de los libros de textos.
El MALBA cumplió diez años (el 21/09) y lo festejó con una manera particular, la mejor, siguiendo la línea K de “ALGO para todos” (Milanesas, LCD, Tv Digital, para TODOS) abrió a todo el mundo durante algo más de una semana sus puertas de manera gratuita.
Y allí fuimos para encontrarnos con mucha pero mucha gente.
Mucho turista con cámaras de última generación, mucho estudiante de Bellas Artes con todas las ganas de emular a alguno de los artistas, mucha señora BIAN empujada no por la gratuidad de la entrada sino por el cholulaje (si salió en La Nación yo no me lo pierdo, de qué hablo en el five o’clok tea ¿Sino?).
Llegamos. Figueroa Alcorta al 3400.
Entramos.
Luminoso, lujoso, impoluto.
Subimos por sus enormes escaleras mecánicas y la piel de gallina se pone a punto caramelo con la muestra “Arte Latinoamericano 1910-2010”(muestra que permanecerá hasta el 6 de febrero).
Diego Rivera con “Retrato de Ramón Gómez de la Serna”(1915) abre el juego, seguimos caminando y nos encontramos con “Autorretrato con Chango y loro”(1942), y es increíble ver por primera vez en la vida un cuadro de Frida Kahlo, luego de haber leído tanto, de haberse interesado por su vida y sufrimiento.
Más a lo lejos Lucio Fontana, David Siqueiros, Xul Solar, Pettoruti y Berni nos interpelan y cerramos el recorrido por esta muestra con Abaporu, de Tarsila do Amaral y ya no somos los mismos.
Otra muestra “El color en el espacio y en el tiempo” es una bellísima instalación del venezolano Carlos Cruz-Diez, quien de los juegos e ilusiones ópticas hizo mucho más que un arte.
En los espacios comunes se respira arte y aprovechamos para sacar fotos y más fotos, Warhol y Minujin, Kuropatwa o Liliana Porter y su “Rojo con él”.
La chica de la entrada nos dice que nunca fue tanta gente al museo como en estas semanas, y le creemos. La gente de seguridad como loca (los hay de todo tipo, gordos, flacos, feas, lindas) reforzando la idea que ya nos avisó la señora del guardarropa NO FOTOS de los cuadros.
Antes de irnos pasamos por la tienda en busca de obsequios. Benjamín y el aura por todos lados, cuadernos, lapiceras, stickers para BB* y música.
Compro algunos fetiches para la familia, postales con reproducciones de los cuadros preferidos (el de Kahlo y el de Tarsila) y un pin con imagen de Mr. America de Warhol. Pero como buen periodista no puedo irme si EL most, una libretita “Moleskine” porque si había un lugar para poder escribir esta nota y reflejar algunas impresiones sobre el museo era en una de sus sedosas y exclusivas páginas, tan exclusivas como el MALBA.
Por Rolando Gallego