Si hay un lugar que me gustaría recomendar, por sobre muchos otros lugares que me fascinan de Buenos Aires, es el Café La Poesía. Esta ubicado en la esquina de las calles Chile y Bolívar, en pleno San Telmo, y es sin duda uno de los cafecitos en los que realmente disfruto mi estadía, ya sea para compartir con amigos, como para trabajar en soledad.
La Poesía abrió en el año 1982, y se convirtió en un reducto de la literatura y la cultura de los años 80. Cerró en 1988 y reabrió hace un par de años, con dueño nuevo, pero manteniendo el concepto.
Cada vez que traspaso su puerta, siento que estoy en un universo paralelo, tan alejado de las cadenas de cafetería, que parecen poco a poco adueñarse de la ciudad, cuya única marca de originalidad es tener tu propio nombre escrito en un vaso térmico de papel.
El edificio es antiguo, y se mantiene en su estilo, con sus mesas sencillas de madera, y el misterio que me generan los demás ocupantes de las otras mesas, mezcla de vecinos del barrio extranjeros. Cada vez que voy pienso “La próxima vez me animo, y elijo una mesa en el entrepiso”, pero después me quedo con una de las de abajo, cerca de la barra, cerca de las ventanas.
El edificio es antiguo, y se mantiene en su estilo, con sus mesas sencillas de madera, y el misterio que me generan los demás ocupantes de las otras mesas, mezcla de vecinos del barrio extranjeros. Cada vez que voy pienso “La próxima vez me animo, y elijo una mesa en el entrepiso”, pero después me quedo con una de las de abajo, cerca de la barra, cerca de las ventanas.
De alguna manera me intimida pasar por todo el salón, para llegar a la escalera. Todas las paredes están llenas de retratos de escritores argentinos, publicidades de antaño, y también objetos antiguos de la más variada índole, que le dan una calidez incomparable.
La atención es excelente, no conozco muchos otros lugares donde la camarera te pregunte “¿Como estás hoy?”.
La atención es excelente, no conozco muchos otros lugares donde la camarera te pregunte “¿Como estás hoy?”.
Otra cosa que me gustaría destacar es que los precios son realmente son convenientes (La última vez que fui, por ejemplo, desayuné unas tostadas con café con leche, por el módico precio de $22). Pero además ofrecen comidas más elaboradas, o picadas y tragos, para disfrutar a la caída del sol.
Sin duda alguna, es un café que realmente recomiendo visitar, y si llegan a ir, ojalá lo disfruten tanto como yo cada vez que voy.