ENTRE FLORES DE CEREZO: UNA NOVELA REAL

Un dejo de melancolía invade la mente. Todo alrededor adquiere un tinte de irrealidad y, al mismo tiempo, parece ser más real que nunca. Sólo se pueden alcanzar momentos que dan sentido a la vida y algo que podríamos llamar felicidad, pero todo puede desmoronarse. Así de contundente es la sensación que provocan los pasajes más intensos de Una novela real, de la autora japonesa Minae Mizumura, que muchos han comparado con la memorable Cumbres Borrascosas

La particular historia de amor, basada en una historia real (el título es bastante explicativo al respecto), que narra la escritora tokiota puede asimilarse a varios pasajes del clásico de Emily Brontë: amores prohibidos, grandes casas alejadas de la civilización, casamientos por conveniencia, hechos sobrenaturales. Sin embargo, el relato de Mizumura posee características que lo hacen único. Las vicisitudes vividas por la pareja protagónica, que la autora hace narrar por allegados a ellos, se entrelaza con muchos otros personajes y hasta con los diferentes periodos históricos que transitó Japón desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. Para aquellos poco interiorizados en la cultura nipona, en la edición nacional han incluido un conciso glosario al final, aunque la historia puede disfrutarse sin remitirse ni una sola vez a él.

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En el papel de Fumiko, una especie de mucama que es la principal pero no única relatora, podemos observar mucho más que el cuento de dos amantes separados por los prejuicios sociales. A través de sus ojos de sencilla campesina vemos cómo los años transcurren y los planes que cada personaje tiene para su futuro terminan por ser diferentes y cómo la vida va transfigurándose y a la vez manteniéndose siempre igual. Mizumura parece hablar de todo lo que se puede abarcar en una novela, mediante una historia real que comienza a partir de su propia experiencia al conocer a Taro Azuma, un humilde joven que llega a Estados Unidos desde Japón y se esmera por aprender inglés.

Al cerrar el libro de tapas rosas, publicado en Argentina por Adriana Hidalgo Editora, parece increíble que sea una historia verdadera. Pero, al mismo tiempo, el realismo contundente con el que está narrado hace que la vida de esos personajes se vuelva similar a la propia, no en las costumbres o en las palabras utilizadas, donde las habitaciones se miden en tatamis y las niñas sueñan con usar yukatas, pero sí en lo inevitable de que los años pasan y se puede vivir sin tomar conciencia de los caminos que cada uno va construyendo.

La riqueza de los personajes y las situaciones abarcadas por Mizumura hacen que la realidad de la que parte la novela, se haga viva a cada momento. Un buen ejemplo lo encontramos en Kubo, un personaje secundario que funciona como anclaje a una vida más moderna, dentro de las costumbres ancestrales que mantiene la mayoría de las personas alcanzadas por el relato. De esta manera, la autora nos interpela como parte de la misma realidad que produjo una historia de estas características. 

Más allá del contenido, Mizumura le da un tono particular a cada narrador, haciendo que se adueñen de su relato, a través de su propio lenguaje, ritmo y visión del mundo. La traducción de Mónica Kogiso mucho debe tener que ver con el conservar la esencia del estilo literario que tantos elogios le valió a la japonesa. Una novela real es comparable a cualquier clásico de la literatura universal pero con una forma de narrar que poco tiene que ver con los escritores anglosajones a los que estamos acostumbrados.

Por Celeste Lera