Esta semana de la mano de Cuevana llegó a nuestras manos “My week with Marilyn”, casualmente en el año aniversario número cincuenta del fallecimiento de Marilyn Monroe. O quizás deberíamos decir del día en que Norma Jean decidió volver a ser sólo Norma y dotar a la diva ícono de inmortalidad.
El filme ha despertado las opiniones más diversas y antagónicas, pero desde aquí no dudamos en levantarle nuestro pulgar en síntoma de aprobación. Pero por qué engañarnos con tanta solemnidad si en realidad es de esas películas que te dejan con más ganas de abrazarla que de aplaudirla.
“My week with Marilyn” no aspira a ser una biografía de la diva, sólo pretende ser un pasaje representativo de sus últimos cinco años, quizás los más difíciles.
Es así como llegamos a la vida de la blonda actriz en el momento en el que se instala en Inglaterra con el fin de rodar el filme “The prince and the showgirl”. Todo lo que veremos a partir de allí será solo a través de los ojos enamoradizos y curiosos de Colin Clark (Eddie Redmayne), un joven asistente que la acompañará durante esa semana que da título al filme.
Seremos testigos del doble filo que implicaba para Norma ser Marilyn. Porque mientras esta última explotaba al máximo su sensualidad, convirtiéndose en un ícono de femineidad al que aspiraban –salvando las distancias- tanto hombres como mujeres, Norma no tenía lugar para ser ella misma. Nadie quería conocer a esa mujer perturbada e insegura, con miedo a terminar sola e internada en un una clínica mental como su madre.
Pero el filme no nos mostrara aquello en profundidad ya que sólo se limitará a dejar ver el entorno que la rodeaba. No vamos a saber porque Marilyn se comportaba como lo hacía (llegando tarde a las filmaciones, olvidándose las letras, cambiando bruscamente de estados de ánimo) sino que vamos a conocer como convivían con ello las personas que la rodeaban circunstancialmente.
La película está basada en el libro de memorias “The Prince, the showgirl and me” de Colin Clark, quien supo ser en los años cincuenta aquel asistente inexperto. Y como para no escribir un libro si anduviste de amoríos con la Marilyn!
Lo que hace que una película como ésta –quizás con un guión no tan sólido- se nos vuelva carne, son sus personajes. Así es como podemos ver desfilar un Arthur Miller (Dougray Scott) en su carácter de reciente y tercer esposo de la diva, un Laurence Olivier (un magnífico Kenneth Branagh) en la piel del director y su esposa, una Vivien Leigh (interpretada soberbiamente por Julia Ormond) que debe presenciar como la diva norteamericana se queda finalmente con un personaje que debió ser para ella.
Mención aparte se merece Michelle Williams quien encarna a una Marilyn Monroe inolvidable, lo cual la ha llevado a cosechar varios premios por ello, incluído el de Mejor Actriz en la reciente entrega de los Independent Spirit Awards.
Comenzando tan solo por el vestuario y el maquillaje es imposible no dudar de estar realmente en presencia de la diva, la similitud en ciertas escenas logran poner la piel de gallina. Y si a eso le sumamos el TRE-MEN-DO trabajo actoral de Michelle no dudaremos ya de que nos encontramos en presencia de la mismísima Monroe.
Tanto es así que el resto de los personajes quedan opacados a su lado, como le ha sucedido al protagonista del film que pese a ser el personaje principal queda ocupando un segundo plano.
Quedan advertidos, no van a ver una película con un gran desarrollo sobre la vida de la diva. El filme es simplemente ella, como casi todos sus films. Pero bien vale la pena verla si tenemos en cuenta que curiosamente no se habían realizado películas sobre este gran ícono hollywoodense.
Y la pregunta que se me viene a la cabeza es inevitable: Quién quiere ser Marilyn Monroe? Yo paso, gracias.
Por Dra. Dembo
Edición fotográfica: Ale Muñoz
Por Dra. Dembo
Edición fotográfica: Ale Muñoz